lunes, 11 de marzo de 2019

Cruzar la meta

Quería ser deportista profesional y digo quería porque a mi edad ya uno está viejo para esos sueños. Debe ser que por eso admiro tanto a mujeres como Mariana Pajón y Caterine Ibargüen, porque son algo de lo que yo quise ser y no fui.

Recuerdo que en el colegio amaba correr o jugar fútbol, esta última la responsable de mi lesión, de haber llorado muchas noches porque mis sueños se habían ido por la borda. Suena tonto pero cuando corría sentía que todo a mi alrededor cambiaba, gane un par de competencias en el colegio y para mi eso me llenaba de plenitud, soñaba con estar en una pista olímpica, con correr tan rápido que el viento tuviera envidia, pero allí en una cancha de colegio quedó ese sueño enterado.

El año pasado después de muchos años, empecé a entrenar, correr unos 20 minutos un par de días a la semana, para lograr correr mínimo unos 10 k, no para ganar sino para retomar el sueño de correr solo que ahora era para no olvidar la sensación de seguir viva, ya que a mis 31 años sigo sorprendida y agradecida que estoy viva, pensé que viviría menos, pero eso es otra historia.

Retomando, estuve entrenando, ahogándome aún con mi propia saliva por no saber respirar, aguantando el dolor de estirar y tratando de olvidar que mis cicatrices en la rodilla me recordaban que hubo un sueño un día que no logré cumplir.

Me inscribí a mediados de octubre a una carrera de montaña, nocturna, sin saber a lo que me estaba enfrentando, decían que eran 10 k pero resultaron siendo más. Tenía los nervios a mil, mi linterna prendida, y una amiga con la que correría y no estaría sola.

Íbamos a un buen ritmo, subíamos y bajábamos lugares, pasamos por riachuelos, mi amiga se cayó y se raspó la rodilla, seguíamos adelante en medio de la oscuridad, pero el cansancio propio de la carrera, de las piernas fatigadas empezó a hacer su efecto, estaba lavada en sudor, a punto de rendirme, mi reloj marcó los 10 k y estaba feliz solo para darme cuenta que faltaba mucho por recorrer, salió lo peor de mi, quería echarme a llorar, renunciar, no por la carrera, sino porque así me sentía en la vida, soñando cosas, creyendo que tenía el talento solo para darme cuenta que me faltaba más, mucho más y que yo no lo podía dar, así como cuando niña al perder el sueño por culpa de perder un ligamento de la rodilla.

Escuche a mi amiga susurrar, “vamos nos falta poco” y sentí como todo mi cuerpo se derrumbaba en esos últimos tramos, sin fuerza física, no había entrenado para tanto, me temblaban las piernas y el corazón latía a mil, rodaron algunas lágrimas por mis mejillas, porque me sentía incapaz, menos mal, la noche era mi cómplice y nadie me vería llorar.

Pero ahí estaba esa voz, la de mi amiga diciéndome que lo podía lograr. Pero ¿lograr qué? si nunca había sido suficiente buena en nada, y ahora sentía que no podía superar mi propia marca, mis miedos, porque en ese momento me sentía estancada, en la carrera y en la vida.

Así que recordé que así es Dios uno que me susurra que puedo hacerlo, ¿Qué puedo hacer? Todo, si estoy con él, si no escucho a mi cuerpo cansado, o los sueños frustrados sino esa suave voz, como la de mi amiga, que me dice que aunque los sueños parezcan muertos, en él no mueren completamente.

Así que seguí corriendo, y mi amiga al ver la señal de la meta, corrió más para llegar antes, y yo solo vi que ella corría y que Dios me decía que el corrió antes para verme llegar a la meta y aplaudirme. Ahí él estaba, corriendo a mi lado, y aplaudiendo mis sueños cumplidos uno que aunque parecía había muerto a los 15 años hoy había vuelto a estar presente solo que de manera diferente.

Solo Dios conoce nuestros sueños más profundos, solo el sabe lo que significa cada silencio o cada aplauso en nuestra vida y decide estar ahí para darnos todo lo que un día soñamos aunque a veces nos lo de de forma diferente a la que nos la imaginamos.

Así que al final cruzar la meta no solo significa que lo logramos sino que él no ha olvidado cada sueño que desde nuestro punto de vista creímos que nunca alcanzaríamos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Alfarero

Vivir con dolor es una cosa muy fuerte. Escribo esto mientras me pasan electricidad en uno de mis pies. Aquí estoy en rehabilitación tratand...