Sin embargo por estos días me lleve una lección mucho más grande que esa, yo pensaba, que era suficiente con estar atentos con la limpieza de nuestro interior, con perdonar continuamente con no dejar acumular, amarguras, mentiras, entre tantas en la mente y el corazón. Pero aprendí que no solo eso es suficiente.
Por estos días hice aseo en mi casa como es costumbre, y al llegar después de un día de trabajo, en la casa había una cucaracha gigante, para mí son muy desagradables, así que una gigante fue aún más estresante, no podía estar en casa tranquila, grite como una loca, y así lo parecía, debía matarla y no dejarla por ahí, pero aún más debía saber porque si la casa estaba limpia, llegaba ella ahí tan campante. Luego de luchar con mis miedos la mate y por unos días no pude descansar bien pensando en que quizás en mi vida habían cucarachas y no me había dado cuenta.
Pasados los días ya me había olvidado del tema, pero volvió a mi vida porque esta vez al ir a sacar la basura de la casa, cuando estaba organizando todo había un ratón, un pequeño ratón, otro visitante desagradable, que me tuvo gritando una vez más como una loca, yo no quería estar en mi casa, se me fue la tranquilidad, amo estar en mi casa pero con este visitante no quería estar.
De mi rostro se desgarraron algunas lágrimas, por la impotencia de no saber porque unos días antes había una cucaracha y ahora un pequeño ratón. ¿Acaso estaba yo dejando algo sucio en mi casa, o en mi vida?
Mi mamá vino a casa y fue la que estuvo ahí salvándome del ratón, ya sé que posiblemente no me habría hecho nada y hasta tierno se veía, porque lo vi caminar por la sala, pasearse por todo el primer piso como si la casa fuera suya, y yo desesperada. Mi mamá lo fue a cazar y este se salió por una pequeña hendidura de la puerta principal. Allí encontré la respuesta a mis preguntas, no se trataba de desaseo, o de falta de limpieza en casa, sino que la cucaracha y el ratón en distintos momentos aprovecharon una noche para entrar de la calle a la casa, y hacer de las suyas, volverme una loca.
Y así me sentí en mi vida por esos días, aunque parezca tonto ver esos dos visitantes indeseados me hizo revaluar mi manera de limpiar y de los pequeños huecos que permiten que entren cosas a mi casa y a mi corazón. Me senté con Dios a pensar, que si esto lo veo en mi diario vivir, cuanto más será sutil la oscuridad para meterse en mi vida, me di cuenta que aunque he cerrado la puerta a tantas cosas que me llevaban al “lado oscuro de la fuerza”, y aunque trato de mantenerme limpia, hay aun hendiduras con las que tengo que trabajar, cosas que llamamos tonterías como la queja, la falta de perdón, el creerse mejor que otros, cuando todos bajo la cruz somos iguales, el envidiar a otros, el sentir celos, y tuve que trabajar con todo eso y más, y aún lo sigo haciendo.
Por qué así como tuve que tapar el hueco que la misma puerta trae para ya no tener ninguna visita sorpresa así a diario tengo que trabajar con mi corazón, con mi mente y emociones para que al final no me vuelva como una loca, sino que pueda ser reflejo de un buen Dios que me amo y que así como mi mamá saca a los ratones de mi vida.
Por eso mi invitación al contar esta historia es a pensar en que puertas hemos cerrado pero que pequeños huecos aún existen que permiten que en la noche algo venga a visitarnos o quizás sin darnos cuenta a vivir en nuestra vida. Desde mi punto de vista no hay nada mejor que estar limpios y sin visitantes desagradables en el corazón.
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