Me tomare el atrevimiento de que el personaje que he ido creando sea quien cuente esta historia, algo que en realidad está saliendo, no es planeado sino que empieza a salir mientras mis dedos tocan cada letra del teclado.
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Soy un transformers que no había tenido ningún sentido hasta que puesto en las manos de Adriana, termine teniendo un propósito en esta vida de autobot tal cual como Bombolbi. El propósito: ser un formador. Por esa época.
Y ahora que tengo la oportunidad de hablar, he de contarles las cosas que Adriana ha visto y ha aprendido mientras me dejo conducir.
Quiero decirles que es difícil ser un transformer, tener un nombre tierno pero a la vez saber que soy fuerte, puesto que soy todo un guerrero, pero nunca expresar lo que siento, es obvio soy un auto, pero no por callar y por esa necesidad de hablar, que tienen muchos humanos sino porque si pudiéramos expresar, las personas no andarían como locas olvidando que somos un privilegio y no algo de que abusar.
Las calles Bogotanas como muchos sabrán son un poco desesperantes podríamos decir, o así lo expresaba Adriana al tenerme por primera vez, pues le daba miedo sacarme y que yo terminará siendo no un transformers sino algún carro mal parqueado por ahí. En fin, el punto de vista de un transformers es un poco más limpio que el del ser humano, nosotros fuimos creados para estar por ahí, andando por cada calle, pero ellos tienen afán de sus vidas, no respetando al prójimo. Primera lección que tuvo que aprender Adriana, a no andar afanada y aprender que la paciencia es un fruto que no nace con hablar sobre la paciencia, sino con la formación en medio de circunstancias que sacan de control. Y para eso estaba yo, un día cuando me quede tuerto, ella tuvo que respirar profundo y buscar un lugar en donde limpiar mi visión. Otro día se daño mi manera de andar y tuve que ser reparado en medio de una hermosa noche con luna. Paciencia, una de las primeras cosas que pudo aprender Adriana a través de mí. Pero luego fue más difícil tuvo que aprender a respetar a los otros ya fueran autobots o decepticons, porque debió ver al otro como mayor y a creer que ellos también tenían su parte en esas largas jornadas de trancones por las calles de la ciudad.
Y que me dicen de esa loca manera de andar, cuando ya le empezó a gustar mi velocidad, iba corriendo como si la ciudad se la pudiera comer de una sola mordida, y fue ahí donde empecé a preocuparme. ¿Qué iba ser de ella? Se suponía que ya había aprendido paciencia pero volvía a la ansiedad, y por alguna extraña razón mientras hablaba con su creador vio que la luz roja, y que las señales son importantes para que yo sobreviva como autobot y ella viva como hija integra en medio de esas pequeñas cosas que se viven en el hoy.
¿Saben que también aprendió? Por favor no dejen que ella lea esto, aprendió a dejar al lado su yo para compartirme con otros, le costó, vieran sus caras en la parte de atrás cuando ella no manejo, sino alguien más me tomo. De las cosas más impresionantes de aprendió es que debe cuidarme, limpiarme y ser consciente que si estoy ahí para ella debe ser responsable y buena administradora de mi, pero a la verdad lo que más me sorprende es que entendió que el hecho de que yo sea autobot implica que aunque ella conduzca no es la piloto sino la copilota de su vida, pues su piloto es su creador, es por eso que soy autobot.
Así es, soy autobot y hago parte de esa cantidad de autobot que piden a gritos en el silencio que tengan cuidado de nosotros y que puedan ver las lecciones que tenemos para dar.
Para despedirme por si no lo saben los autobot como yo, debes en cuento echamos globos, literalmente.
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Esta es la historia de esta primera entrada del mes de febrero, me rio al leerla, porque se de lo que habla Alambris.
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