jueves, 19 de septiembre de 2019

Suciedad

Recientemente viaje a un lugar, en teoría el hotel estaba bien calificado, sin embargo al llegar a este, en el baño habían insectos, de todo tipo, y aunque en general en un lugar caliente los encontramos, fue interesante ver cucarachas. Siempre que veo una recuerdo una película que me daba mucho asco de un hombre que vivía con cucarachas, él vivía en un lugar sucio y por eso ellas habitaban el lugar, al final muestran que aquellas eran amigas, que lograron hacer el hombre un buen galán y además limpio. Toda una irrealidad, sí saben de qué película hablo, no me juzguen si no es tal cual, es lo que recuerdo de partes que vi. Porque nunca logré verla completa y creo que no lo haré.

El tema es que así sentía el lugar a causa de la cucaracha, y por haber estudiado bacteriología, me fijo en cosas que otros pasan por alto, como las fisuras en los baños, la suciedad que no es limpiada en las tinas y así.

Trate de evitar pensar al máximo en esas cosas porque además tiendo a obsesionarme pero quería mantener la calma, ya que mi acompañante de viaje es un poco más asquienta que yo, y si dos estábamos en el mismo plan de ver las cosas cochinas no íbamos a disfrutar el tiempo de descanso, aunque todo olía a humedad, las cobijas olían mal y así.

Por eso al llegar a casa lo disfrute mucho, mi casa suele mantenerse limpia, porque así la quiero mantener, hay días que me cuesta hacer aseo porque estoy cansada, o llego muy tarde, pero no puedo vivir en medio del mugre, ya que como saben pueden llegar bichos desagradables en un lugar así, como la vez de el ratón, escrito en otra entrada.

Sin embargo, estos días estaba limpiando la casa y recordé esos episodios del viaje y llegue a la conclusión que la vida se trata de ordenar, de limpiar, más que de planes y risas. La gente desmerita quien ordena una casa, pero no hay nada más delicioso que llegar a un lugar limpio y que huela bien. Yo que vivo sola no armo tanto desorden y aún así la casa se llena de polvo, de contaminación.

Por eso pensé en mi casa, y me refiero a mi vida, y a las demás casas las vidas de aquellos que puedan llegar a leer este blog, y pensé en que nuestra propia vida también se trata de estar sacando la suciedad, en mi caso el perdonar a otros, yo pensaba que perdonaba fácil, pero por estos días cometí un error en mi trabajo y no sé cuánto me va a costar y me costo perdonarme, me costo perdonar a otros pero mientras lleve esa carga de rabia y mal genio en contra propia y de otros sentí como mi vida, mi casa se llenó de suciedad y yo no quiero ver el mismo cuadro que viví en el viaje, quiero tener una vida que huela bien y no a podredumbre.

De la misma manera mi trabajo me ha mostrado como la gente valora más las cosas que las personas, a veces hay telas que por uso se dañan y las personas me han tratado como si fuera lo peor por ello, y aunque trato de conciliar algunos hasta me han intentado pegar, esas cosas me han hecho pensar en cuál es el valor que tienen las cosas para uno y cuánto desmeritamos a las personas.

Y así con mínimas cosas, he vuelto a pensar que solo cada uno es responsable de mantener su casa limpia, sin polvo, sin bichos, sin microorganismos, que puedan afectar nuestra calidad de vida y salud, pero así mismo es en la vida, somos responsables de cómo queremos que huela la misma, por mi parte he decidido estar más atenta para que así no entren cosas que al final sin darme cuenta y poco a poco hicieran de mi vida oscuridad y no luz. 


martes, 10 de septiembre de 2019

Odiaba la vida

Odiaba la vida, odiaba mi vida, no entendía porque tenía que levantarme cada mañana a vivir una vida que no había pedido, yo no había querido nacer ¿por qué me daban un regalo que no quería? y que desde mi punto de vista no era chevere, estaba obligada a vivir, despertarme, arreglarme, ir a un colegio donde era despreciada, donde tomaba sola las onces, cuando tenía, en una esquina del parque, no encajaba. Y menos cuando lo único que me parecía bello en el mundo no lo podía compartir, Dios, desde pequeña tuve experiencias con él y eso era lo que me mantenía viva, había tenido una niñez llena de dolor, no lo podía compartir con nadie, así que no quería vivir, odiaba mi vida y la familia en la que vivía, odiaba que papá se fuera y no supiéramos a donde y en la medida que crecía odiaba ser como era, no poderme mantener callada, hacer chistes y que todo el mundo me mandara callar. Odiaba tener sentimientos tan dañinos, envidia, celos, amargura, auto conmiseración, odio, rencor, soledad, por nombrar algunos.
Odiaba mi voz, porque como es tan fuerte todo mundo me escuchaba. Y por esto me regañaban, habla menos o no hables eran las palabras que solía escuchar.

Me odiaba por ser tan frágil, por no poder hablar de lo que me pasaba, por guardar secretos, ademas cuando alguna vez llegue a abrir mi corazón traicionaron mi confianza. Me lastimaron y decidí encerrarme en mi misma.

Yo no quería vivir, seguí creciendo, con tanto dolor en el corazón. Al llegar la universidad, Dios ya solo era un recuerdo de niña, alguien que no me dejó morir en medio de lo que había vivido, a nivel personal y familiar. Pero ya no había mucho de él en mi. Solo una oración pedía que si él existía me dejara morir.

Pasaba días a solas buscando una cerveza como yo no tomaba era fácil quedar en medio de una sensación relajante, y ahí salía a caminar por calles oscuras a ver si lograba quitar el sufrimiento, a ver si la muerte me encontraba. Buscaba un cigarrillo, lo cómico es que nunca aprendí a fumar.

Sin embargo una tarde ya astiada de levantarme sin propósito, estudiando una carrera que no me apasionaba, sabiendo que iba a salir de la universidad solo para seguir viviendo una falsa ilusión la que él título me daría de sentirme importante, y saber en lo profundo que ni eso me iba a dar identidad. Así que una tarde un miércoles, entre a una iglesia Cristiana, ya había entrado a muchas, y después de colgar una llamada, en la que sabía que mi corazón estaba muy destrozado porque al otro lado solo había palabras que me decían que yo era inmadura y que tenía que cambiar, yo dependía emocionalmente de cualquier persona que me mostrara algo de cariño y ahí estaba escuchando esa persona como me lastimaba.

Entonces entre a esa iglesia, sabiendo que tantas veces yo había intentado acercarme a Dios, al que creía conocer, cuando no lo conocía, solo era un buen recuerdo que ya estaba muy distante, en ese lugar solo le pedí una cosa, que como no me había dejado morir, y no me había quitado la vida, que por favor sí existía cambiara mi vida. Recuerdo las palabras fueron esas, tan cortas, y lloré mucho, no recuerdo las canciones, solo estar sentada llorando sin consuelo.

Lo que yo no sabía es que siempre había sido cuidada de la muerte porque pude haber muerto, o pude quedarme en algún vicio, o terminar muy mal, lo que menos me imaginaba es que rendirme a Dios con esas sencillas palabras cambiaría mi vida para siempre.

Empecé a asistir con regularidad a la iglesia, mirando todo, criticando todo, pensando en que un proceso, un grupo de personas o unos líderes no me podían ayudar, quién podría ayudar a una niña que cargaba con tanta suciedad encima, quién la iba a amar.

Y así poco a poco, sin mucho afán, Dios con su trato tierno me empezó a sanar, me pinto la vida de colores, y empezó a mostrarme cada cuadro de mi niñez desde los más suaves a lo más dolorosos para mi, empecé por perdonarme a mi misma, sabiendo que sí Dios me amaba un día yo llegaría a amarme como él me diseño.

Dios se tomó el tiempo para sanarme y llenarme el corazón, conocí mi verdadera identidad y también pude ver quien me quería destruir, era Satanas y yo había estado ciega pero ahora podía ver.

Hoy recuerdo, cada momento que Dios se ha tomado para sanarme, para amarme y no puedo dejar de llorar porque yo no merecía nada y había despreciado el regalo de la vida, hoy no me aferro a ella, solo la vivo como un gran regalo que no quiero despreciar, amo a Dios, y por eso puedo amar la vida que un día odie, ahora me amo y por eso puedo amar a otros, no soy más que resultado del amor de Dios, yo estaba tan vacía, tan sola y solo me quería morir pero Dios me dio vida y lo ha hecho abundantemente.




Por eso hoy puedo sonreír y aunque él sigue sanando y limpiando mi vida, hoy puedo estar tan agradecida de que él me salvara y entregara todo por mi, ahora yo busco servirle a él, aunque nunca podré pagar todo lo que ha hecho y sigue haciendo por mi, si quiero corresponder cada día a su amor.




Sé que muchos se sienten igual, aquí no cuento sino solo sentimientos y no las razones de los mismos, ni las historias detrás de ellos, pero si alguno se ha sentido así, con ganas de morir, obligado a vivir, con dolor que nadie entiende solo escribo esto para decir que Dios puede sanar, salvar y puede hacer como a mí que llegues a amar el regalo de la vida que él nos dio.

viernes, 19 de julio de 2019

Hackeo temporal

Me encanta la serie “the flash” supongo que porque desde mi loco punto de vista se parece a mí realidad con Dios. En la última temporada de la serie recién subida a Netflix hablan de un término llamado “hackeo temporal”, que quiere decir más o menos que un velocista viaja en el tiempo o hace ciertas cosas para mover algo a su favor en su presente. Es algo peligroso porque se podría alterar la línea temporal y no sé sabe qué resultados se va a obtener, pero si hay buena planeación se logra la hazaña pretendida.

Y a veces me imagino que Dios hace eso conmigo solo que a diferencia de la serie Dios no lo hace para buscar algo a su favor sino hacia el mío, así lo siento con este viaje que está a punto de finalizar con mi papá, casi 10 días juntos solo nosotros dos. Que en realidad es un hackeo temporal, porque siento que Dios viajo a través de mis recuerdos solo para mostrarme como él hubiese querido que mi papá y yo tuviésemos una relación. Y como pretende Dios que tenga una relación con mi papá y con él. Es a mi favor, porque antes en mi niñez y parte de mi adolescencia sentí abandono y rechazo por parte de papá por sus errores cometidos, ya no lo juzgo y tampoco dejo de ver que cometió errores, solo puedo ver como la gracia de Dios cubrió sus faltas, y cubrió mis sentimientos junto a errores también cometidos hacia él para que después de este viaje todo esté a nuestro favor.

Me sorprende que yo nunca había pedido tal vez con palabras específicas este tipo de cosas pero Dios quien conoce los corazones y cada sueño que hay dentro de nosotros me ha permitido compartir lo que para mí ha sido el tiempo que con papá quise vivir siempre.

Hemos caminado, comido juntos, hemos descubierto quién es cada uno, cómo sentimos y cuánto nos hemos querido, un par de veces mi papá ha asumido sus errores en nuestras charlas al igual que yo he asumido los míos, nos hemos pedido perdón y abrazado, yo he llorado a solas dándole gracias a Dios por que nunca imaginé que Dios nos esté dando cierres al estilo disney. 

 
En definitiva Dios me ha cambiado en este viaje, hace unos meses hablaba con una consejera que me dijo que mi sentimiento de abandono podía trabajarlo con Dios, quien no ha tenido una familia estable puede leer estas letras sabiendo de lo que escribo, la sensación de abandono está ahí en el corazón, aunque Dios sana cuadros, aún quedan astillas que uno quisiera no sentir, bueno pues siento que Dios sigue obrando y ha quitado muchas astillas en este viaje, ore en esa época a Dios siguiendo el consejo sabio de esta persona y le pedí a Dios que siguiera sanado mi interior que no importaba si tenía que enfrentarme con dolores que había ignorado, que no sabía cómo lo haría que lo hiciera, y hoy sé que esté “hackeo temporal” en mis recuerdos y a través de este viaje ha sido la respuesta de Dios para seguir sanando cada herida, en especial del rechazo y abandono en mi corazón y al hacerlo me ha unido a mi papá de una forma distinta y especial, haciendo esto siento que conozco más a Dios como papá y lo amo un poco más, he mejorado la imagen que tengo de Dios, esto me hace pensar que en verdad muchas cosas mejores me esperan no porque lo digamos como frase de cajón sino porque Dios quien conoce el pasado, presente y futuro tiene planes buenos para todo aquel que se acerca a él.

lunes, 6 de mayo de 2019

Ratones y cucarachas

No hace mucho tiempo conté una historia sobre hormigas en casa, y de la importancia que no es dejar llenar el corazón de basura, para que no entren cosas indeseadas, a nuestra casa y a nuestra vida.

Sin embargo por estos días me lleve una lección mucho más grande que esa, yo pensaba, que era suficiente con estar atentos con la limpieza de nuestro interior, con perdonar continuamente con no dejar acumular, amarguras, mentiras, entre tantas en la mente y el corazón. Pero aprendí que no solo eso es suficiente.

Por estos días hice aseo en mi casa como es costumbre, y al llegar después de un día de trabajo, en la casa había una cucaracha gigante, para mí son muy desagradables, así que una gigante fue aún más estresante, no podía estar en casa tranquila, grite como una loca, y así lo parecía, debía matarla y no dejarla por ahí, pero aún más debía saber porque si la casa estaba limpia, llegaba ella ahí tan campante. Luego de luchar con mis miedos la mate y por unos días no pude descansar bien pensando en que quizás en mi vida habían cucarachas y no me había dado cuenta.

Pasados los días ya me había olvidado del tema, pero volvió a mi vida porque esta vez al ir a sacar la basura de la casa, cuando estaba organizando todo había un ratón, un pequeño ratón, otro visitante desagradable, que me tuvo gritando una vez más como una loca, yo no quería estar en mi casa, se me fue la tranquilidad, amo estar en mi casa pero con este visitante no quería estar.

De mi rostro se desgarraron algunas lágrimas, por la impotencia de no saber porque unos días antes había una cucaracha y ahora un pequeño ratón. ¿Acaso estaba yo dejando algo sucio en mi casa, o en mi vida?

Mi mamá vino a casa y fue la que estuvo ahí salvándome del ratón, ya sé que posiblemente no me habría hecho nada y hasta tierno se veía, porque lo vi caminar por la sala, pasearse por todo el primer piso como si la casa fuera suya, y yo desesperada. Mi mamá lo fue a cazar y este se salió por una pequeña hendidura de la puerta principal. Allí encontré la respuesta a mis preguntas, no se trataba de desaseo, o de falta de limpieza en casa, sino que la cucaracha y el ratón en distintos momentos aprovecharon una noche para entrar de la calle a la casa, y hacer de las suyas, volverme una loca.

Y así me sentí en mi vida por esos días, aunque parezca tonto ver esos dos visitantes indeseados me hizo revaluar mi manera de limpiar y de los pequeños huecos que permiten que entren cosas a mi casa y a mi corazón. Me senté con Dios a pensar, que si esto lo veo en mi diario vivir, cuanto más será sutil la oscuridad para meterse en mi vida, me di cuenta que aunque he cerrado la puerta a tantas cosas que me llevaban al “lado oscuro de la fuerza”, y aunque trato de mantenerme limpia, hay aun hendiduras con las que tengo que trabajar, cosas que llamamos tonterías como la queja, la falta de perdón, el creerse mejor que otros, cuando todos bajo la cruz somos iguales, el envidiar a otros, el sentir celos, y tuve que trabajar con todo eso y más, y aún lo sigo haciendo.

Por qué así como tuve que tapar el hueco que la misma puerta trae para ya no tener ninguna visita sorpresa así a diario tengo que trabajar con mi corazón, con mi mente y emociones para que al final no me vuelva como una loca, sino que pueda ser reflejo de un buen Dios que me amo y que así como mi mamá saca a los ratones de mi vida.

Por eso mi invitación al contar esta historia es a pensar en que puertas hemos cerrado pero que pequeños huecos aún existen que permiten que en la noche algo venga a visitarnos o quizás sin darnos cuenta a vivir en nuestra vida. Desde mi punto de vista no hay nada mejor que estar limpios y sin visitantes desagradables en el corazón.



lunes, 11 de marzo de 2019

Cruzar la meta

Quería ser deportista profesional y digo quería porque a mi edad ya uno está viejo para esos sueños. Debe ser que por eso admiro tanto a mujeres como Mariana Pajón y Caterine Ibargüen, porque son algo de lo que yo quise ser y no fui.

Recuerdo que en el colegio amaba correr o jugar fútbol, esta última la responsable de mi lesión, de haber llorado muchas noches porque mis sueños se habían ido por la borda. Suena tonto pero cuando corría sentía que todo a mi alrededor cambiaba, gane un par de competencias en el colegio y para mi eso me llenaba de plenitud, soñaba con estar en una pista olímpica, con correr tan rápido que el viento tuviera envidia, pero allí en una cancha de colegio quedó ese sueño enterado.

El año pasado después de muchos años, empecé a entrenar, correr unos 20 minutos un par de días a la semana, para lograr correr mínimo unos 10 k, no para ganar sino para retomar el sueño de correr solo que ahora era para no olvidar la sensación de seguir viva, ya que a mis 31 años sigo sorprendida y agradecida que estoy viva, pensé que viviría menos, pero eso es otra historia.

Retomando, estuve entrenando, ahogándome aún con mi propia saliva por no saber respirar, aguantando el dolor de estirar y tratando de olvidar que mis cicatrices en la rodilla me recordaban que hubo un sueño un día que no logré cumplir.

Me inscribí a mediados de octubre a una carrera de montaña, nocturna, sin saber a lo que me estaba enfrentando, decían que eran 10 k pero resultaron siendo más. Tenía los nervios a mil, mi linterna prendida, y una amiga con la que correría y no estaría sola.

Íbamos a un buen ritmo, subíamos y bajábamos lugares, pasamos por riachuelos, mi amiga se cayó y se raspó la rodilla, seguíamos adelante en medio de la oscuridad, pero el cansancio propio de la carrera, de las piernas fatigadas empezó a hacer su efecto, estaba lavada en sudor, a punto de rendirme, mi reloj marcó los 10 k y estaba feliz solo para darme cuenta que faltaba mucho por recorrer, salió lo peor de mi, quería echarme a llorar, renunciar, no por la carrera, sino porque así me sentía en la vida, soñando cosas, creyendo que tenía el talento solo para darme cuenta que me faltaba más, mucho más y que yo no lo podía dar, así como cuando niña al perder el sueño por culpa de perder un ligamento de la rodilla.

Escuche a mi amiga susurrar, “vamos nos falta poco” y sentí como todo mi cuerpo se derrumbaba en esos últimos tramos, sin fuerza física, no había entrenado para tanto, me temblaban las piernas y el corazón latía a mil, rodaron algunas lágrimas por mis mejillas, porque me sentía incapaz, menos mal, la noche era mi cómplice y nadie me vería llorar.

Pero ahí estaba esa voz, la de mi amiga diciéndome que lo podía lograr. Pero ¿lograr qué? si nunca había sido suficiente buena en nada, y ahora sentía que no podía superar mi propia marca, mis miedos, porque en ese momento me sentía estancada, en la carrera y en la vida.

Así que recordé que así es Dios uno que me susurra que puedo hacerlo, ¿Qué puedo hacer? Todo, si estoy con él, si no escucho a mi cuerpo cansado, o los sueños frustrados sino esa suave voz, como la de mi amiga, que me dice que aunque los sueños parezcan muertos, en él no mueren completamente.

Así que seguí corriendo, y mi amiga al ver la señal de la meta, corrió más para llegar antes, y yo solo vi que ella corría y que Dios me decía que el corrió antes para verme llegar a la meta y aplaudirme. Ahí él estaba, corriendo a mi lado, y aplaudiendo mis sueños cumplidos uno que aunque parecía había muerto a los 15 años hoy había vuelto a estar presente solo que de manera diferente.

Solo Dios conoce nuestros sueños más profundos, solo el sabe lo que significa cada silencio o cada aplauso en nuestra vida y decide estar ahí para darnos todo lo que un día soñamos aunque a veces nos lo de de forma diferente a la que nos la imaginamos.

Así que al final cruzar la meta no solo significa que lo logramos sino que él no ha olvidado cada sueño que desde nuestro punto de vista creímos que nunca alcanzaríamos.


lunes, 28 de enero de 2019

Desconexión

Se supone que soy de la generación conocida como millennial la cual según wikipedia ha estado generalmente marcada por un mayor uso y familiaridad con las comunicaciones, los medios de comunicación y las tecnologías digitales.

Sin embargo muchas veces no me siento identificada, estoy entre lo viejo y lo antiguo, posiblemente porque mientras mis compañeros de colegio tenían un tamagotchi yo solo miraba como ellos lo dejaban morir, mientras ellos adquirían computadores nosotros apenas iniciábamos en casa a conocer la máquina de escribir, y así con todo.

Entonces crecí en medio de ver cómo iba avanzando la tecnología y no poderla tener al alcance, y eso quizás fue lo que generó, que leyera libros en vez de estar en el Messenger, o que saliera a jugar fútbol en vez de estar en algún tipo de chat.

La diferencia con mí ahora no es mucha, aunque tengo internet en casa, uso varias redes sociales que de hecho me gustan, no logro encajar en chatear en WhatsApp en vez de llamar cuando alguien cumple años, no entiendo el significado de los emojis y voy a buscar su significado pero la gente tiene en realidad un lenguaje distinto.

Voy a reuniones donde la gente está con su aparato electrónico haciendo historias donde sonríen pero no están sonriendo con la gente que tienen al frente. O leo mensajes de personas que están en reuniones se sientes aburridos y por eso chatean. Soy tan cansona para la gente con esto, que les digo que dejen sus celulares a un lado para poder charlar, vernos a los ojos, contar alguna historia o algo por el estilo, o simplemente por respeto a con quien se está y al final me canso porque la gente sigue ahí con sus ojos en una pantalla.

Tal es el asunto que he probado varías veces estar en una reunión metida en el celular a ver si a alguien le molesta y me he dado cuenta que es la mejor manera que no interactuar pero además que esta bien visto. Todos están felices en sus mundos pantallas, mientras yo me alejo con nostalgia de ver eso.

Todo esto para vivir en carne propia lo que ya he leído tantas veces en tantos lados y es que aunque estamos en un tiempo donde se supone la tecnología es para acércanos nos ha alejado y nos ha desconectado. Y esto ha hecho que ahora haya nuevas formas de soledad, emociones dañinas que tienen que ver con la tecnología y el cómo la usamos. Las personas se sienten solas o tristes si sus fotos no son likeadas. O es la forma en la que se le demuestra el despreció a alguien cuando se está molesto y así sigue.

Toda esta cosa solo para contar que de vez en cuando dejo mi celular por ahí tirado en algún espacio de la casa únicamente para compartir con la gente que decide hacerlo de la misma forma, o simplemente para ver el atardecer sin necesidad de publicarlo.

Y es que he decidido desde hace mucho, que aunque use redes, páginas, y todo lo que puede ofrecer esta era digital, seguir abrazando en vez de enviar un emoji, seguir llamando a la gente en su cumpleaños para escuchar su voz y que mi voz sea escuchada, llamar más y chatear menos, usar el celular únicamente cuando no tenga personas alrededor porque estoy cansada de las construcciones falsas que nos dejan todos esos medios.

Quiero poder compartir con las personas, reírme, llorar, ver simplemente cada una de sus expresiones, durar horas hablando pero viéndolo a los ojos, quiero poder sentir el calor de un abrazo y no solo decirle a alguien que lo quiero por medio de un mensaje de texto sino mostrándolo con actitudes reales y no solo con reaccionar a ciertas historias. Estoy cansada de la desconexión y por eso mis mejores amigos son aquellos que como yo, han tomado distancia con las cosas para darle prioridad a las personas.

He decidido invertir más tiempo con la gente a la antigua que a esta nueva manera, y escribo todo esto para no olvidar que la vida está ahí afuera, y no dentro de una pequeña pantalla y que no quiero perderme la oportunidad de vivirla.

Aunque haya nacido en medio de una generación que parece estar desconectada sigo creyendo que aún podemos conectar con otros profundamente y de sana manera. Porque aunque sigan saliendo y saliendo más cosas que nos lleven a vivir de cierta forma en nuestro interior siempre habrá esa necesidad relacional. Por eso esta nueva entrada en mi blog antes de finalizar este primer mes del 2019 es una invitación para mí y para otros a estar más conectados entre nosotros este año y menos conectados a las pantallas.


Alfarero

Vivir con dolor es una cosa muy fuerte. Escribo esto mientras me pasan electricidad en uno de mis pies. Aquí estoy en rehabilitación tratand...