miércoles, 21 de abril de 2021

¡Ay como me duele!

Recientemente vi el capítulo de una serie médica, donde mostraban a una persona sorda, que había tomado la decisión de hacerse una cirugía para poder oír por primera vez, después de la cirugía ella no se sentía ella misma. 

Había mucho ruido, y había dejado de valorar a su mejor amiga ya que percibía  tanto ruido alrededor que sentía que en realidad ya no la escuchaba. 


Me llamo mucho la atención esa historia en su momento pero recientemente la pienso aún más, debido a que mis oídos no han estado pasando por un buen momento, piel muerta ha generado taponamiento en los mismos, y han generado inflamación de tal forma que en este momento en el que estoy escribiendo este texto, no escucho de la mejor manera. ¡Ay como me duele!, como dice una canción bastante popular de la cantante Selena, y quien ha experimentado un dolor de oído sabe lo que eso significa.


Esa historia de la serie frente a esta historia que sigo viviendo, me han hecho reflexionar sobre la manera en las que escuchamos. Y ambas historias se conectan con el ruido, a veces tenemos tanto ruido en nuestra vida que no escuchamos lo que nos está pasando. 


Dios quien siempre está interesado en hablarnos, lo suele hacer de formas sencillas, tan sencillas que las podemos perder de oído, por tener ruido en nuestra mente y corazón. A veces nos susurra con el viento, que refresca en un día caluroso, a veces nos habla a través de canciones, o nos habla a través de situaciones, pero tal vez la forma más clara y sencilla es a través de sus propias notas, escritas a través de muchas personas compiladas en un solo libro, así es: la Biblia. 


Debido al dolor de oído que he tenido, tengo que hablar pidiendo que por favor me repitan lo que están diciendo, algunos se molestan y no me repiten lo que dijeron, he tenido que concentrarme mucho para escuchar lo que algunos me están diciendo, normalmente presto mucha atención a las palabras, a las expresiones y los tonos con los que alguien se expresa, pero debido a esta situación he tenido que ser más intencional al escuchar. 


He pensado en que no sabemos oír y que odiamos repetir porque esperamos ser oídos correctamente, también me ha llevado a pensar lo paciente que es Dios conmigo, cada vez que le digo: “sé que me amas pero podrías decírmelo más seguido”, tal vez me lo dice constantemente más de lo que he pensado pero mis oídos espirituales pueda ser que también estén tan resecos y tan llenos de piel muerta que no lo escucho, o pueda ser que me lleno de tanto ruido de las preocupaciones diarias que no logro escuchar sus mensajes de amor para mi. 


No sé cómo vamos escuchando por la vida, sin ser tan consientes de ello, un profesor de cultura ciudadana solía decir “oído” cada vez que iba a decir algo, recuerdo que junto a una amiga nos reíamos porque nos parecía muy cómico que en vez de decir atención o escuchen decía eso, aunque entendía que era la forma de romper la monotonía que no deja que prestemos atención a las instrucciones que se nos estaban dando. 


Y pienso mucho en eso porque debido a este dolor de oído que aún tengo, he orado mucho por sanidad, he ido al médico pero sobre todo me he quedado meditando en todas aquellas ocasiones donde los evangelios hablan de sordos que Dios sanaba, siempre me imaginaba esas historias distantes a mi, porque no había tenido la situación de esforzarme para oír, sin embargo hoy adquieren sentido esas lecturas que tal vez sentía ajenas a mi, para pedir por lo físico pero tal vez por lo espiritual porque siento que muchas veces esos oídos espirituales se han llenado de muerte y no han podido escuchar el amor tan claro que Dios me habla a diario. 


Creo que estas cosas a veces se nos permiten vivirlas para seguir haciendo altos en el camino y valorar lo que damos por sentado como un oído físico que nunca falla y también correr al maestro de milagros para ser sanados física y espiritualmente. Encontrar sanidad y poder escuchar lo que nos dice a diario sana nuestra vida, y al igual que la historia de la serie no quiero ruidos que no me dejen oír verdaderamente a mi mejor amigo a aquel que me ha amado con amor eterno. 






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