Sí existiera una tienda en la que se regalara amor, ¿Cuánto de ese amor tomarías? ¿Un poco, una pizca? ¿O te desbordarías hasta quedar más que satisfecho? He escuchado muchas veces que algo en exceso no es bueno, creo que no aplica para el amor, o por lo menos para el verdadero amor, pienso que más bien hemos tenido tan grabado en nuestro cerebro ese concepto de "De eso tan bueno no dan tanto" que ha consumido nuestra capacidad de recibir más allá del amor que creemos merecer.
Basta con ver el espejo retrovisor de nuestra vida y creer que sí hemos recibido buenas cosas no pueden venir más. He experimentado en carne propia de lo que hablo, he visto que otros también lo han vivido. He de hablar de los dos, no son personajes o gente específica que he observado o conocido. Creo que se trata de algo que nos envuelve sí no hemos trabajado nuestros más profundos temores e inseguridades.
Hace un tiempo regale un par de cosas, quise entregar un poco de detalles, hace un tiempo me quisieron dar detalles, me quisieron llevar y traer, pero eso hizo que la gente se incomodara, que yo me incomodara, la pregunta empezó como sospecha, por qué alguien o muchos podrían entregarnos tanto, darnos tanto amor, por qué alguien se preocuparía por saber como estoy o preocuparse del como me siento, tanto amor pareciera abrumador.
Descubrí en mi y en esos otros que veía, que era imposible que en nuestra mente estuviera el concepto de amor incondicional, ¿Cómo es posible que yo falle y me sigan amando? ¿Cómo es posible recibir tantos detalles sin dar nada a cambio? ¿Cómo es posible que no tenga que hacer nada para ser amado?
Nos fallaron tanto, nos enseñamos a hacer grandes cosas o hacer buenas cosas para ser amados, que al final se creo un gran escenario donde sólo cabría el amor que creemos merecer, fue como una caja donde el límite era ella misma, donde más allá de eso no se podría recibir, fuimos tan marcados que nunca llegamos a creer que alguien nos amaría, que nadie daría un verdadero peso por nosotros y sí estábamos rodeados de gente que decía amarnos, nos decíamos que no debíamos creerles del todo, que en algún momento fallarían y todo se iría cuesta abajo.
Posiblemente era cierto, nos fallaban, entregábamos el corazón y decidíamos poner armaduras en la siguiente amistad, en la siguiente hermandad, en el siguiente noviazgo, nos decíamos totalmente para qué sí la primera vez que entregué fui lastimado.
La buena noticia es que tanto algunos de esos que he visto y yo, hemos encontrado amor que no tiene fin, aún es difícil asimilarlo, cuando recibimos ese amor por parte de muchos lo aceptamos pero cuando alguien se enfoca en uno de nuevo nos sentimos raros, y olvidamos que detrás de ellos muchos o de ese específico está el amor incondicional.
Llegue a la conclusión que es difícil asumir más del amor que creemos merecer, que nos toca poco a poco beber de ese amor que es más allá de cualquier explicación y que sí se recibe por medio de muchos o alguien en específico sólo debemos recibirlo, ser agradecidos, disfrutarlo y sobre todo valorarlo. Ese amor de esa magnitud sólo lo encontré en Dios y ahora le permito amarme, a través de miles de detalles, a través de gente y a través de gente específica. Ya no busco el amor que creo merecer porque la verdad es que no merecía ser amada y cuando uno entiende eso deja de aceptar las migajas que uno cree merecer y se lanza a disfrutar del amor que no tiene fin y que cambia la vida para siempre.
Saludos, ¡qué lindas letras!, la verdad me siento muy identificado con ellas. Creería que para sentir y asumir, poco a poco, ese amor de Dios, lo que necesitamos es liberarnos definitivamente de esa prisión en la que nosotros mismos somos, juez, carcelero y prisionero.
ResponderEliminarSiento que con el pasar del tiempo y con la llegada de personas muy específicas a mi vida, la lección más importante que me ha quedado es que Dios nos ha dado un poder inconmensurable, una habilidad que no puede ser medida, que a pesar de las circunstancias debe usarse de algún modo y en algún momento: me refiero a esa capacidad de convertir en acciones, palabras y experiencias todo ese cariño que es la más pura expresión de aquello que entendemos como DIOS.
No debemos entender el amor como un valor de cambio que debe tener por defecto un mínimo equivalente (mucho menos el que Dios nos ofrece). Más bien hay que comprender que en cada persona encontramos distintas posibilidades de amar y de ser amados. Por lo mismo, me parece que el acto de amar (no desde el cuerpo o la carne, sino desde el alma y el espíritu) es una posibilidad, un paso hacia lo desconocido, algo así como una elección que cada vez tiene que renovarse y que si se da tiene que ser de forma libre y pura.
Creo yo, de forma tal vez un poco ingenua que esta apuesta debería realizarse siempre, pues Dios siempre ha elegido amarnos, a todos, sin distinción. Una forma de entenderlo puede ser amar como el ama: sin barreras...
Gran blog!
Que vergüenza un año después respondo, pienso empezar a responder cada comentario.
EliminarY quería dar gracias por leerme y dejar esto tan bello. Saludos.