No conversaba eso con nadie, al contrario mis más profundos deseos o mis más torpes miedos sólo los conocía la almohada donde dormía, no porque le contara sino porque pasaba varias noches derramando lágrimas.
Recuerdo una vez estar en la cocina de mi casa, estaba sola y me sentía tan vacía y llena de dolor que solo grité desesperada “si realmente existes, Dios, quítame la vida, déjame morir” creo que al final Dios sí contesto esa petición solo que no de la forma en la que yo la pedía.
Me dejo morir, a mis miedos, a mis abusos, a mis faltantes, a mis temores, a mi forma de hacer las cosas, a ese sin sentido de vida. Pero para que pasara eso yo necesite reconocer que no podía sola que necesitaba un salvador, y lo encontré o más bien él me encontró.
Sufrí de abusos en mi niñez, abandonó de mis papás, insultos por parte de los compañeros de colegio, me rompí el ligamento cruzado y los meniscos de mi rodilla derecha, eso sumado a desprecios, soledades y muchas más cosas hacían que viviera en vergüenza y al final solo quisiera morirme, vivía todo el tiempo con autoconmiseracion, en dependencias emocionales, pedía a gritos desde mis silencios, ser amada, ser amada de verdad.
Y Dios lo hizo, me amo, lo entrego todo por mi, y el día que decidí acércame a él con tanto hueco en el corazón, él no solo me amo, sino que restauró cada parte en mi roto corazón, sano los abusos, los desprecios, los abandonos, y me sigue amando y sanado a diario, no puedo negar que él es real, y se llevó tantas ganas de dejar de respirar, es por eso que vivo día a día con alegría, porque él dio colores, ahora sé que cada mañana es un regalo que no quiero desaprovechar sino vivir al máximo también buscando a otros que están igual o más rotos que lo que yo lo estaba, para llevarlos a aquel que me amo y me salvó.
¡El día de hoy amo mi vida y amo vivir!
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