lunes, 16 de marzo de 2020

Cuarentena


Llevaba mucho tiempo sin pasar por el blog y dejar algunas palabras. Hoy vuelvo a retomarlo debido a que se ha bajado la marea en la vida, sin pensarlo nos están pidiendo parar, parar y dejar de correr en la vida.

Personalmente me cuesta, y mi trabajo tampoco me lo permite, pero algunas otras cosas han de parar en mi vida porque así debemos hacerlo. Pero esto me llevo a pensar en todos aquellos que debemos parar porque nos toca y no porque queramos, porque estar en nuestras rutinas nos da una especie de tranquilidad y un sentido de control.

Porque si nos piden parar, y parar por completo entonces será muy difícil de asimilar, les escribo más que todo a aquellos que viven solos, que sus familias están lejos, que sus actividades, trabajo o estudios los han llevado a estar lejos de los que quieren y los quieren. A aquellos que sí nos para todo estaremos solo rodeados por nuestros pensamientos y las paredes de nuestro hogar. Porque no hay nada más difícil, desde mi punto de vista, que tener que parar, llegar a casa y no tener con quien conversar, con quien hablar de lo que está pasando pero sobre todo orar y buscar a Dios cerca de otro ser humano.

A esas personas me dirijo, a quienes dicen, ¿Qué hacer cuando te dicen quédate en casa con tu familia? pero tu familia no está en tu mismo espacio. A ellos les escribo para recordarles que tenemos esperanza.

Si bien vivimos solos no estamos solos.

Les cuento esto porque en mi vida ya he vivido cuarentenas, una por una enfermedad que sufrí cuando niña, no sé cuantos años tendría pero todo esto me llevo a recordar la sensación, no podía estar cerca de alguien, mis padres me observaban desde la distancia por temor a ser infectados, a mi hermano le prohibían si quiera acercarse a la habitación a la cuál había sido destina por algunos días.

Recuerdo desayunar, almorzar y cenar sola, pero sobre todo recuerdo el no poder abrazar a nadie, porque yo tenía un virus en mi y podía transmitirlo, sobre todo a mi familia. Difícil, aún tengo algunas cicatrices de aquella temporada y recuerdo sensaciones de soledad y tristeza, aunque ya no están sino como recuerdos que no duelen.

Esa misma sensación que a veces en situaciones como esta quieren tocar a la puerta de los que viven solos, de aquellos que no cuentan con nadie, o que hasta ahora comenzaron a tener relaciones reales y no virtuales pero les ha costado parar y alejarse.

Y si bien es real que debemos cuidarnos, también es real que soñamos y luchamos con no desconectarnos, con no dejar de intimar.

Pero por ello vengo a este blog para decir que hay esperanza que la temporada va a pasar, pero que esté tiempo lo hemos de aprovechar, no para buscarle el quiebre a la norma sino conocer a aquel que está en medio de las cuarentenas, aquel que no descansa en cuidarnos, aquel al cual podemos abrazar y ser abrazados por él sin ningún temor de causarle daño o causarnos daño, el consolador está ahí para cada uno de nosotros, para aquel que siente un aire de tristeza y nostalgia, para aquel que vive solo o está solo, para aquel que tiene miedo y temor.

Dios esta a la puerta, y en él nuestra alma puede descansar. Aún tengo la sensación de aquella cuarentena pero también de aquella misma vez donde sabía que no estaba sola que aunque papá y mamá, ni hermano, no pudieran estar cerca, Dios estaría ahí, a mi lado y así puede estar a tu lado en medio de toda la locura que podamos vivir. Porque él es el Dios del universo y está en control aún de las emociones que quieren venir a turbar un corazón, como Jesús mismo lo dijo: No se turbe tu corazón sino cree en mi.

Así que deja que Dios mismo te abrace y te acompañe en estos tiempos donde parece que no hay esperanza, pero donde veremos que él está ahí a nuestro lado y que sí nuestra confianza está en él estaremos seguros al pasar nuestra propia cuarentena.

1 comentario:

  1. Wow mi Adri.. gracias por compartirlo.. gracias por plasmar tu corazon en estas letras!! Te bendigo.. un abrazo virtual.. 😍

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