Se acerca el primer año de haber sufrido un accidente grave en bici, grave porque pude llegar a perder la vida, sin embrago, hoy casi un año después estoy viviendo el milagro.
Sin lugar a dudas, no ha sido un tiempo fácil, aunque muchos me ven sonreír sin dientes, he pasado varios días al espejo, después de la caída, limpiando las heridas, orando porque no se caigan más dientes, llorando al cepillarme cada vez que tengo un control médico, comiendo con pitillo cuando la boca vuelve y se inflama, tapando eventualmente mi boca cuando me rio, porque siento que la gente me mira el hueco entre los dientes.
Trato de ser normal, de hacer como que nada pasa, pero a veces reviso las fotografías, y me da un poco de tristeza no tener los dientes, todo nace porque por muchos años no sonreí, los vacíos profundos, el abuso, la ruptura del matrimonio de mis padres, las relaciones quebradas familiares, el enojo guardado, las heridas sin sanar, el conocer a Dios y sentir que no hacia nada por mi, los deseos de morir, y llorar pidiendo morir, entre tantas cosas, hacían que no sonriera.
La adolescencia, siendo juzgada por no ser como otras niñas, no tener novios para guardarme para un matrimonio, el ser juzgada por creer en un Dios que mis compañeros de colegio criticaban y adicional tener dientes grandes, sí grandes, porque para mi pequeño rostro de adolescente esos dientes eran inmensos.
Entonces Dios me encontró y él empezó a sanarme las heridas del corazón, y empecé a sonreír con esos dientes grandes que ya no se veían así porque había crecido y ya se moldeaban a mi rostro que ya no era de niña sino de adulta.
Sonreí a medida que Dios sanaba las heridas y esos cuadros oscuros y dolorosos mencionados anteriormente, ya me reía a carcajadas y comencé a mostrar mis dientes en las fotos, sí, antes no lo hacia, no tenia motivos para hacerlo, pero ahora encontrándome con la mirada de Dios podía sonreír.
La gente me lo hizo notar, me decían que yo era muy alegre, que contaba buenos chistes, que me veía feliz y entonces me di cuenta que Dios me había cumplido lo que había escuchado de niña, que mi boca se llenaría de risa y mi lengua de alabanza, por fin tenia razones para vivir.
Por eso perder mis dientes, no fue fácil, me he repetido una y otra vez, que tal vez se me quería quitar la sonrisa pero nunca la alegría de vivir, sin embargo, el dolor quiere meter todas esas promesas y esos regalos de sanidad y de vida en un cajón y olvidarlos por completo.
Es ahí donde recuerdo que estoy viviendo un milagro y que lo que se me fue arrebatado, sea aquí o en el cielo me será recompensado, llegara el día donde no habrá más llanto, ni dolor, por eso seguiré viviendo el milagro, que aunque nadie entiende lo que para mi significo perder una parte importante de mi cuerpo, recordare que esto me ha llevado a conocer partes de Dios que desconocía, y saber que en su cuerpo perdió partes para darlas por la mía.
Qué mayor milagro que su cruz y su resurrección, su muerte para darme vida.
Primera foto en la que sonreí de nuevo después del accidente