domingo, 5 de abril de 2020

Milagro en la casa 89




Como esta tan de moda una película en Netflix, sobre un milagro en una celda, aquí mi propia historia, no estoy en una celda, pero sí en cuarentena como muchos de nosotros en el mundo, además aquí no encontraran contenido turco, simplemente palabras desde una casa, en un lugar de Bogotá. Palabras que pretenden llenar de esperanza a algunos, contarles a otros de un Dios real, y recordarme a mí misma los detalles que ese Dios milagroso hace.

Llevo viviendo varios años sola, y desde que tome esa decisión nunca me ha faltado nada, primer milagro para contar, vivir así y ser independiente, no es tan fácil como algunos piensan, no manejo mis horarios, ni mis tiempos, más bien me organizo lo mejor posible para poder hacer tantas cosas que quiero hacer y la disciplina no es sencilla, así que por este tiempo de cuarentena, las finanzas, las rutinas cambian para la mayoría de nosotros, para mí fue un cambio fuerte. Uno que solo podría vivir porque conozco a Dios, lo amo, es mi todo y la esperanza de mi vida.

Entonces al iniciar este tiempo, hice planes, cómo administrar lo poco recibido en el mes que toco parar, cómo administrar los ahorros y demás, sobre todo cómo lograr no entrar en crisis en medio de un mundo en crisis, y ahí estaba yo, con Dios en una tienda de barrio, buscando algunas frutas y verduras para tener por un tiempo en casa, cuánto tiempo, ninguno lo sabemos al momento, pero al ver los costos y los cálculos previos anteriormente, salí con un tomate y una cebolla para la casa, hablándole con un susurro a Dios que si nos tocaba vivir este tiempo sin eso, estaría bien.

Al estar esos días en casa y ver que quería cambiar los menús y no tener como hacerlo al momento, solo pensaba en que sí Dios no me ha dejado estos años no lo haría en este tiempo, pues él es el Dios del ayer y del hoy, como lo es del mañana, por eso más que nunca he buscado en la biblia palabras de ánimo y sobre todo tratar de oír su susurro, a veces lo siento en el canto de los pájaros. "Sí Dios cuida de ellos, y cantan cada mañana en mi ventana, cómo Dios no habría de cuidar de mí que soy su hija y su posesión más preciada" me decía a mí misma, mientras me recordaba alguna de sus promesas para mi vida.

Pero también sé de muchos que nunca han experimentado a Dios, no tienen promesas a las que aferrarse, algunos de ellos asisten a iglesias, otros han escuchado hablar de Jesús, lo han intentado encontrar, otros lo han negado, o han dicho que él no existe, también le escribo a ellos, ya que anoche vi la noticia de que murió un cantante español llamado Luis Eduardo Aute, y me recordó a alguien que aun quiero mucho, porque junto con ella solía escuchar un par de sus canciones, pensé y oré que aun ella y su familia en medio de este tiempo lograra encontrarse con Dios, él no ha dejado de buscarlos.

Y por eso narro esta historia porque tengo el enorme privilegio de conocer a Dios, de hacer de él mi refugio, y aunque no lo merezco lo he experimentado, lo vivo día a día, lo siento cerca de mí, he sentido su abrazo, su amor incondicional, y esta vez me mostró ese amor nuevamente, dándome verduras y frutas, sí las que no podía pagar, mi mejor amiga me escribió que ella y su familia, que son mi segunda familia, me querían dar un regalo, al abrir el link que me envió para que yo eligiera lo que quería, empecé a llorar como una niña, era todo eso y más lo que no había podido comprar aquel día en esa tienda de barrio.


Al siguiente día llego la comida a la casa 89, y de esa manera vi un milagro, que contiene muchos, más que la comida, el amor de un padre entregándome aun los ingredientes de un en vivo en Instagram que íbamos a hacer con amigos del servicio de la iglesia de la cual hago parte.

Cada vez que pienso en esto no puedo contener las lágrimas, de ver a un Dios tan real, de ver gente que me ama cuando en un tiempo fui tan despreciada y me sentía tan sola, no dejo de llorar porque espero, sueño y oro con que cada persona en el mundo pueda ver que Dios el padre que tanto nos ama, nos esta persiguiendo para amarnos, darnos de él, y suplir cada necesidad, por tonta o pequeña que parezca.

No dejo de pensar en que he llorado en esta crisis, por la crisis, por los cambios, por los pasos que he tenido y tendré que dar día a día, pero sobre todo por la misericordia y el amor que Dios tiene para cada uno de nosotros.

Espero ver mucho más sus milagros, en otros, en el mundo. Este intento por contar algo de todo lo que significa para mi este milagro se queda corto, pero espero pueda acercar a Dios a unos y dar ánimo a otros.

Para finalizar dejo este texto que ha sido por lo menos para mí tan clave en este tiempo:


"El Señor es como un padre con sus hijos,
tierno y compasivo con los que le temen.
Pues él sabe lo débiles que somos;
se acuerda de que somos tan solo polvo.
Nuestros días sobre la tierra son como la hierba;
igual que las flores silvestres, florecemos y morimos."

Salmos 103:13-15

lunes, 16 de marzo de 2020

Cuarentena


Llevaba mucho tiempo sin pasar por el blog y dejar algunas palabras. Hoy vuelvo a retomarlo debido a que se ha bajado la marea en la vida, sin pensarlo nos están pidiendo parar, parar y dejar de correr en la vida.

Personalmente me cuesta, y mi trabajo tampoco me lo permite, pero algunas otras cosas han de parar en mi vida porque así debemos hacerlo. Pero esto me llevo a pensar en todos aquellos que debemos parar porque nos toca y no porque queramos, porque estar en nuestras rutinas nos da una especie de tranquilidad y un sentido de control.

Porque si nos piden parar, y parar por completo entonces será muy difícil de asimilar, les escribo más que todo a aquellos que viven solos, que sus familias están lejos, que sus actividades, trabajo o estudios los han llevado a estar lejos de los que quieren y los quieren. A aquellos que sí nos para todo estaremos solo rodeados por nuestros pensamientos y las paredes de nuestro hogar. Porque no hay nada más difícil, desde mi punto de vista, que tener que parar, llegar a casa y no tener con quien conversar, con quien hablar de lo que está pasando pero sobre todo orar y buscar a Dios cerca de otro ser humano.

A esas personas me dirijo, a quienes dicen, ¿Qué hacer cuando te dicen quédate en casa con tu familia? pero tu familia no está en tu mismo espacio. A ellos les escribo para recordarles que tenemos esperanza.

Si bien vivimos solos no estamos solos.

Les cuento esto porque en mi vida ya he vivido cuarentenas, una por una enfermedad que sufrí cuando niña, no sé cuantos años tendría pero todo esto me llevo a recordar la sensación, no podía estar cerca de alguien, mis padres me observaban desde la distancia por temor a ser infectados, a mi hermano le prohibían si quiera acercarse a la habitación a la cuál había sido destina por algunos días.

Recuerdo desayunar, almorzar y cenar sola, pero sobre todo recuerdo el no poder abrazar a nadie, porque yo tenía un virus en mi y podía transmitirlo, sobre todo a mi familia. Difícil, aún tengo algunas cicatrices de aquella temporada y recuerdo sensaciones de soledad y tristeza, aunque ya no están sino como recuerdos que no duelen.

Esa misma sensación que a veces en situaciones como esta quieren tocar a la puerta de los que viven solos, de aquellos que no cuentan con nadie, o que hasta ahora comenzaron a tener relaciones reales y no virtuales pero les ha costado parar y alejarse.

Y si bien es real que debemos cuidarnos, también es real que soñamos y luchamos con no desconectarnos, con no dejar de intimar.

Pero por ello vengo a este blog para decir que hay esperanza que la temporada va a pasar, pero que esté tiempo lo hemos de aprovechar, no para buscarle el quiebre a la norma sino conocer a aquel que está en medio de las cuarentenas, aquel que no descansa en cuidarnos, aquel al cual podemos abrazar y ser abrazados por él sin ningún temor de causarle daño o causarnos daño, el consolador está ahí para cada uno de nosotros, para aquel que siente un aire de tristeza y nostalgia, para aquel que vive solo o está solo, para aquel que tiene miedo y temor.

Dios esta a la puerta, y en él nuestra alma puede descansar. Aún tengo la sensación de aquella cuarentena pero también de aquella misma vez donde sabía que no estaba sola que aunque papá y mamá, ni hermano, no pudieran estar cerca, Dios estaría ahí, a mi lado y así puede estar a tu lado en medio de toda la locura que podamos vivir. Porque él es el Dios del universo y está en control aún de las emociones que quieren venir a turbar un corazón, como Jesús mismo lo dijo: No se turbe tu corazón sino cree en mi.

Así que deja que Dios mismo te abrace y te acompañe en estos tiempos donde parece que no hay esperanza, pero donde veremos que él está ahí a nuestro lado y que sí nuestra confianza está en él estaremos seguros al pasar nuestra propia cuarentena.

Alfarero

Vivir con dolor es una cosa muy fuerte. Escribo esto mientras me pasan electricidad en uno de mis pies. Aquí estoy en rehabilitación tratand...