domingo, 19 de octubre de 2025

El hilo invisible del amor de Dios

Tengo la fortuna de estudiar en una maravillosa escuela de lo sobrenatural. Estos días viví una semana sumergida en todo lo que se podía experimentar de manera presencial. Aún sigo procesando todo lo vivido. Sin embargo, como quienes me han leído por años saben, este blog no busca tanto contar mis experiencias, sino recordar la bondad de Dios a lo largo del tiempo.

En primer lugar, quiero decir que desde los documentos para el viaje hasta la provisión, todo ha sido una cadena de milagros asombrosos. Eran cosas que antes no me sucedían, pero como me dijo una excelente amiga: “Ahora sí te pasan.”

No contaré quizás cada detalle de lo vivido, pero no puedo dejar de pensar en el hilo conductor que percibí en todo. En una de las charlas, una persona habló acerca de la sanidad que Dios quería traer a quienes no habíamos sentido Su presencia en momentos difíciles de soledad. Al escucharlo, sentí en mi corazón que había llegado el tiempo de mirar esos momentos pasados y reconocer la presencia de Dios en ellos.

Luego, una mujer maravillosa me abrazó de una manera que solo puedo describir como el abrazo de Dios. No sé cuánto tiempo lloré en sus brazos, pero sentía cómo se iban de mi corazón los recuerdos dolorosos que había cargado por tanto tiempo. Ella no dijo ni una palabra, pero experimenté un consuelo tan profundo, como si el cielo entero me envolviera. Era el abrazo que tantas veces le pedí a Dios en aquellas temporadas donde no recibí abrazos, sino que, por el contrario, viví situaciones muy dolorosas.

Ese abrazo no cerró todo, pero sí abrió un proceso. En las conversaciones que tuve con Dios después, dos personas diferentes me hablaron sobre lo mismo: que Él me permitiría experimentar relaciones donde sería amada como Él me ama. No puedo contar las veces que he orado por eso, porque quienes me conocen saben que, después de Dios, las relaciones son lo más importante para mí. Así que allí estaba yo, con lágrimas por doquier, escuchando a Dios hablarme sobre esa área tan sensible de mi corazón.

Durante esos días le pedí a Dios un momento especial con alguien que quiero mucho y que ha sido clave en todo este proceso de transformación que he vivido en el último año. Ella me hizo un par de preguntas, oró por mí y me abrazó. Fue un momento tan hermoso que guardo como un tesoro en mi corazón.

Para mí, todo esto tiene un hilo conductor divino: el mismo propósito que se cumplió en la cruz, restaurar nuestra relación con Dios, pero también con los demás —en lo vertical y en lo horizontal—. Este texto es solo un breve resumen de lo vivido, para no olvidarlo y poder contarlo con más detalle a quien desee escucharlo.

Estoy profundamente abrumada por Su amor. Como decía estos días, cuando uno se encuentra verdaderamente con el amor de Dios, eso inevitablemente se refleja en un amor desbordante hacia otros.

No puedo comprender cómo el Dios del universo se fija en mí, me ve y me ama… pero sí deseo ir cada vez más profundo en Él. Como bien dice una persona a quien admiro y quiero mucho: “Con Dios siempre hay más… mucho más.”




lunes, 13 de octubre de 2025

Entre hojas que caen y promesas que florecen

Dice la Biblia: “Tiempo y ocasión acontecen a todos.”

No había tenido la oportunidad de estar en una temporada de transición, de paso de una estación a otra. Durante este viaje he sentido a Dios hablándome acerca de una nueva temporada para mi vida, que coincide con la temporada en la que está entrando la ciudad en la que me encuentro.


 

Cuando llegué, el sol brillaba maravillosamente, y ahora han comenzado a soplar vientos un tanto fríos para mí. La experiencia ha sido extraordinaria: ver cómo las hojas, poco a poco, van cambiando de verde a tonos amarillos, luego a naranjas y finalmente a cafés.

Me gusta esta nueva temporada en la que estoy entrando, por las promesas que estoy recibiendo, porque son oraciones contestadas de años. Sin embargo, no desprecio lo vivido, porque cada temporada trae su tiempo y su ocasión.



 

Deseo tomarlo todo, caminando con Dios hacia esta nueva invitación que Él me hace: si aprendí a sonreír cuando la higuera no florecía, ahora mi alegría aumentará al ver los higos florecer y las vides dar su olor.

A puertas de cumplir años, solo puedo estar agradecida con mi amado Dios, que ha sido tan fiel y tan bueno. Estoy emocionada por lo que viene. En esta semana he experimentado un rompimiento en el área del amor, porque muchas veces intenté alcanzarlo. Aunque en mi mente me repetía que no tenía que hacerlo, en mi interior seguía luchando. Ahora lo sé: mi mente ha tenido un cambio completo.


 

Abrazo esta nueva temporada, que por fin logro vivir desde el amor y no desde el temor, el miedo o el abandono.

Quizás así fue también para Jacob: luchaba por alcanzar tantas cosas en su vida, hasta que tuvo un encuentro con su Creador. Ese encuentro no solo le cambió el nombre, sino que lo transformó completamente. Me impresiona porque, en estos días, tuve una visión que no quiero olvidar. Tal como Jacob nombró el lugar donde se encontró con Dios, también yo me encontré con Él en Bethel. Pude ver el cielo abrirse y ángeles subiendo y bajando. Supe entonces que este es un nuevo tiempo, no solo porque yo lo anhelara, sino porque Él ya lo tenía escrito en Su libro. A Él le place darnos más de Sí mismo y de Su ternura.

Estoy feliz de saber que ya no viviré desde el trauma, sino que todo será usado para bendecir a otros, para mostrarles las bondades que Él ha hecho conmigo. Si lo ha hecho conmigo, también está disponible para todo aquel que quiera recibirlo.