martes, 4 de diciembre de 2018

La cima

Todos anhelamos estar en la cima, para algunos la cima, son los títulos, las carreras ganadas, el dinero bien trabajado, invertido y provechoso, para otros tener familia, casarse, ir de luna de miel, tener hijos, para algunos tener amistades, muchas amistades o muy pocas pero íntimas, pero me quedaría corta por más que llenara este texto contando lo que significa la cima para cada persona. Sin embargo todos tienen una cima, algo que anhelan lograr, un sueño por alcanzar.

Pensaba en todo esto, y ahora que escribo este texto lo pienso mucho más, en que independientemente de la cima a la cual queramos llegar, todos también tenemos un camino que atravesar, eso fue lo que viví, caminando para llegar a la cima de la montaña de colores en Cuzco, Perú. 



Se dice que uno debe tener una buena condición física para llegar, la altura no es un tema sencillo de manejar, y mientras caminaba pensaba que no lo iba a lograr, así como a veces nos pasa en la vida, planear tanto, esforzarse, ver a otros en el camino y darse cuenta que uno se está quedando atrás, que las fuerzas se van acabando, fue ahí en ese instante, cuando iba escuchando música, empezó a sonar una canción como bajada del cielo para aquel instante, la letra decía, no desmayes, solo cree. Y fue impresionante recordar que a veces en nuestro caminar solo necesitamos eso, CREER.

Vi a tantas personas caminando y recordé un viejo cuadro donde algunos van por un camino ancho y otros por un camino estrecho, el ancho se refiere a todos a aquellos que no han decidido creer específicamente en Dios y el estrecho lo contrario.

Y sentí tanto dolor en mi corazón por aquellos que intentan llegar a su cima solos, porque aunque el camino sea estrecho porque no es tan sencillo mantenerse firme en el camino, nunca estamos solos en ese caminar, cuando decidimos estar acompañados por Dios.

Caminé y caminé porque iba escuchando esa canción que me ha recordado que independientemente del pasado, de mis historias o días tristes siempre he podido contar con Dios, quien me salvo de la muerte y me llevo a la cima, no solo de la montaña de colores, sino a la cima de la vida que es desde donde ahora veo todo, me llevo a sus pies y entendí que no hay un lugar más alto o más grande que ese, y que si sigo desde ahí desde esa perspectiva no solo lograre algunas cosas que sueño, sino que mi vida siempre habrá valido la pena, como lo fue al final de ese camino para ver tan extraordinariamente paisaje que jamás había visto en mi vida.



Hoy precisamente hoy, después de algunos días difíciles para mi, me es importante recordar, que Dios ha tenido planes buenos para mi desde el principio, que no debo dejar de creer, y que él ha prometido estar ahí, siempre. Así que si alguno de mis lectores o lectoras hoy siente que no ha llegado a ninguna cima, puede hoy tener una que es la más grande y es conocer a Dios y caminar con él, creyéndole, como lo hice yo en Perú para alcanzar esos planes buenos que él también tiene para usted. 



domingo, 28 de octubre de 2018

Condiciones desfavorables

Amo los cumpleaños, los propios y los de otros, me gusta celebrar la vida, el maravilloso regalo de vivir, es la fecha más importante para mí, por eso me gusta hacer algo diferente, sea ir a comer a un lindo lugar que no conozco o romper completamente la rutina, pero a veces por las ocupaciones no puede uno celebrar ese día, por eso para romper con todo, los dos últimos años me he ido de la ciudad para conocer nuevos lugares y tener nuevas aventuras.

Esta vez quise cumplir un sueño, de esos sueños donde he dicho “quiero hacerlo”, pero pensaba que no era posible, hasta escuchar a papá Dios decirme: “sueña conmigo” Entonces lo tome de la mano y así fue después de mucho planear, trabajar, ahorrar, hacer muchos cálculos, y sobre todo orar y pedirle a Dios que por favor lo hiciéramos juntos logre viajar a Perú.

El día de mi cumpleaños 31 iba a estar conociendo Machu Picchu, sin embargo, no fue tan chévere, llovía, estaba con neblina, y realmente no se veía nada, pensé que había perdido el viaje y sobre todo mi expectativa de pasarla rico y feliz que desde mi punto de vista es estar caliente y que todo el plan salga como lo había cuadrado por primera vez.

Y no fue así, no había nada que ver literalmente, ni la gente que iba al frente mío se veía, solo había una espesa nube blanca al rededor, y ahí fue donde me senté en el pasto esperando que un milagro pasara, hice algunos chistes en medio de todo y hacía reír a la gente que no conocía y a la guía turística que nos acompañaba, pero en el fondo ya empezaba a impacientarme, a llenarme de frustración.

Después de un tiempo de espera y de pensar que todo iba a mejorar con el paso de las horas y el clima iba a ser satisfactorio nada pasó, o más bien todo empeoró, llovía más y más fuerte, recordé las múltiples oraciones que había hecho el día anterior diciéndole a Dios: “por fa que no llueva, que las condiciones sean favorables” y en el fondo solo escuchaba silencio como sí mi oración no fuera a ser respondida.

Allá en medio de ese clima que no me gusta, lluvia, visión blanca, gente desconocida, nadie que animará, en silencio, zapatos y medias mojadas, con hambre y sueño por estar madrugando y trasnochando, que es lo usual en este tipo de viajes, cansada de esperar, decidí caminar por un sendero de una hora que fue fuerte y no podía ver nada, caminé y caminé y también oraba, le decía a Dios, cuánto odiaba que en un cumpleaños lloviera (qué es lo que casi siempre pasa) que habíamos planeado este viaje juntos, que había soñado con otro panorama, que quería una foto para gomelear en las redes sociales (sí ríanse), que me iba a ir muy frustrada y de fondo solo oía silencio.

Comprendí que Dios estaba ahí callado escuchando el clamor no solo de mi boca sino de mi corazón, pero también entendí que sí me fuera sin hacer lo que había planeado hacer, Dios no me había dejado de amar, Dios no había dejado de escuchar mis oraciones, él seguía ahí, tan firme a mi lado como siempre lo ha hecho, y recordé su amor, su última gota de sangre derramada en la cruz por mi, y di gracias por estar viva 31 años, por haber sido salvada de tantas cosas malas y de tener el privilegio de llevar a otros a ese precioso amor, recordé que he sido llamada a darle esperanza a aquellos que están realmente solos y nunca se han sentido amados.

Así que al llegar de nuevo a la zona típica de ver Machu Picchu, por última vez mire al cielo con un poco, muy poco de fe, porque seguía lloviendo con fuerza y todo era simplemente imposible, y dije: “aún me queda algo de fe”, fui al punto de las fotos y ahí estaba yo, cubierta de lluvia, y empezó a ocurrir el milagro, un fuerte viento paso por mí y todos los turistas que estaban allí, y empezó a despejarse la vista, rápidamente dejo de llover y la neblina que había sido mi enemiga durante todo este viaje empezó a desparecer, y ahí se dio pude ver el paisaje y una maravilla del mundo ahí justo frente a mí.

Tome muchas fotos en mi afán de recordar aquel momento, no por la vista o por el paisaje o por la historia que significa el lugar sino porque ahí estaba una vez más yo cumpliendo un año más de vida, y sabiendo que mi lección más importante para este nuevo año que inició es que aunque las cosas no pases como las planeó Dios mismo meter su mano en mi vida y lo hará otra vez, cumplirá él estar ahí una vez más solo para mí.




domingo, 26 de agosto de 2018

Me quería morir

Hubo un tiempo en mi vida, donde cada mañana despertaba sin sentido, desde muy pequeña tuve esa sensación, no me sentía importante, ni amada, y mucho menos tenía sentido de vida. Despertaba cada mañana diciéndome: “ otra vez amaneció y hay que vivir porque toca”

No conversaba eso con nadie, al contrario mis más profundos deseos o mis más torpes miedos sólo los conocía la almohada donde dormía, no porque le contara sino porque pasaba varias noches derramando lágrimas.

Recuerdo una vez estar en la cocina de mi casa, estaba sola y me sentía tan vacía y llena de dolor que solo grité desesperada “si realmente existes, Dios, quítame la vida, déjame morir” creo que al final Dios sí contesto esa petición solo que no de la forma en la que yo la pedía.

Me dejo morir, a mis miedos, a mis abusos, a mis faltantes, a mis temores, a mi forma de hacer las cosas, a ese sin sentido de vida. Pero para que pasara eso yo necesite reconocer que no podía sola que necesitaba un salvador, y lo encontré o más bien él me encontró.

Sufrí de abusos en mi niñez, abandonó de mis papás, insultos por parte de los compañeros de colegio, me rompí el ligamento cruzado y los meniscos de mi rodilla derecha, eso sumado a desprecios, soledades y muchas más cosas hacían que viviera en vergüenza y al final solo quisiera morirme, vivía todo el tiempo con autoconmiseracion, en dependencias emocionales, pedía a gritos desde mis silencios, ser amada, ser amada de verdad.

Y Dios lo hizo, me amo, lo entrego todo por mi, y el día que decidí acércame a él con tanto hueco en el corazón, él no solo me amo, sino que restauró cada parte en mi roto corazón, sano los abusos, los desprecios, los abandonos, y me sigue amando y sanado a diario, no puedo negar que él es real, y se llevó tantas ganas de dejar de respirar, es por eso que vivo día a día con alegría, porque él dio colores,  ahora sé  que cada mañana  es un regalo que no quiero desaprovechar sino vivir al máximo también buscando a otros que están igual o más rotos que lo que yo lo estaba, para llevarlos a aquel que me amo y me salvó.

¡El día de hoy amo mi vida y amo vivir!


sábado, 9 de junio de 2018

Tonta fe

Desde que tengo uso de razón, he sido juzgada por mi fe, sí es cómico pero es verdad, recuerdo mis años de colegio, tan solo siendo una niña fui rechazada por otros niños y niñas por que mis papás no me bautizaron cuando era una bebe, el problema fue que según los niños yo tenía que hacerlo y yo que siempre he sido terca les dije que solo lo haría cuando para mi tuviera un significado y no cuando “tuviera que hacerlo” obviamente nunca usé esas palabras, pero en sí eso quería decir. De la misma manera cuando empecé a contarles que Dios podría ser no solo el crucifijo que veían en clase sino alguien con quien podían tener una relación cercana, fui mirada como si tuviera un bicho raro o algo así.

Es increíble pero después de una época a tan solo unos 11 u 12 años empecé a ser juzgada por tener la firme convicción de llegar virgen al matrimonio, de tener una única pareja con la cual llegar a estar, y más adelante escuchar que me moriría tal vez siendo virgen si alguien no me llegaba a amar. Y con los años y los cambios de la vida los argumentos son peores, en esa área y en muchas más donde para la gente mi fe es "una tonta fe". Argumentos como que veníamos del mono, y que Dios no existía, o que escuchar cierta música estaba bien,  tomar a tan corta edad ciertas decisiones de vida, te etiqueta como alguien tonto o irracional, tanto que un día me llamo la orientadora del colegio para decirme que yo no debía hablar de mis convicciones sino simplemente callarme para mantener una mejor relación con las personas. Cuando ellas en clase sí podían opinar de su manera de ver la vida, yo debía callar para no ofender a nadie.

Y en la universidad la cosa no cambio, me dijeron cosas dolorosas, como que mi manera de ver la vida era retrógrada y que lo único que yo era, era una mojigata, y esto en alguna manera influyó a que yo me cruzara ciertos límites que había puesto con el trago y con la música, lo que no sabía la gente es que al ceder en eso entre en un mundo de oscuridad, solo quería morirme por un tiempo y sí fue por cruzar esos límites que alguna vez había pensado no pasar, la música que oí me llevo a la depresión, sentía soledad aun estando acompañada, no veía ningún tipo de futuro para mi. Hasta que decidí volver a mi tonta fe, esa fe hizo que volviera a vivir, que la vida que se había vuelto oscuridad ahora volviera a tener color.

Esa tonta fe que siempre he tenido, esa voz en suave que me dice que todo va estar bien aun cuando el panorama se vea mal, es esa fe la que ha hecho que al día de hoy, tenga lo que tengo y sea lo que soy. Si han visto algo de esperanza en mi o generosidad, solo ha sido porque lo aprendí del mejor, Jesús, de quien nace esa fe y en quien confío completamente, que aunque parezca tonta, la verdad es que es la única garantía que he tenido de un mundo mejor.

Pero por estos días esa fe, fue puesta a prueba en mi salud, tuve bronquitis y aunque yo sabía que la biblia dice que Jesús llevo todas mis enfermedades en la cruz me era muy difícil creerlo, me ahogaba con todo, no podía literalmente respirar, y si no respiras no tienes vida, así que decidí creer una vez más, y ponerle fe, ore y Dios hizo un milagro, mis pulmones sanaron, y en menos del tiempo que me había dicho el médico que podía pasar. Porque permití que Dios en esa situación fuera mi respirar.


Me arriesgo con esa tonta fe, porque si dejáramos de llamarla tonta y nos lanzáramos a creer todo lo que dice Dios, nuestra vida cambiaría, aprendí una gran lección y sigo en el camino donde veo que cada cosa que he creído desde niña, aunque muchas veces he sido juzgada y rechazada por ello, solo esas verdades hacen que mi vida tenga esperanza de un mejor mañana no solo para mi, sino para todo él que decide creer.

martes, 24 de abril de 2018

Momentos

A veces la vida se resume en pequeños momentos mágicos, que lo cambian todo, momentos que pasan de manera fugaz, un abrazo en un momento de gran tristeza, más bien de dolor y desamor, de esos me han dado algunos, en un estadio, en una camioneta.

Momentos como ver sonreír a los que amas, abrazarlos cuando se despiden por primera vez porque no sabes cuando más los vas a volver a ver porque se irán tan lejos y tanto tiempo para cumplir sus sueños, tomar de la mano a papá o a mamá, consentirles el rostro que ya tiene algunas arrugas, y ver en cada una de ellas un camino recorrido, valorarlos mirándolos a los ojos, sabiendo que cada día es un regalo que no puedes perder.

Momentos como sorprender a alguien y que se llenen sus ojos de lagrimas y que en su rostro dibujen una sonrisa, ver gente que amas con el corazón tomarse de la mano, darse un beso con su enamorado.

Momentos como la espera de alguien a quien ya no le puedes pedir nada, solo sabes que si das cumpliste tu tarea aunque quedes en el olvido. Momentos como ver cómo se abrazan los amigos en un estadio, ver sus rostros llenos de pasión, de alegría, momentos de llanto y gritos de felicidad.

Momentos como abrir tus ojos y ver qué todos alzan sus manos, lloran piden a Dios por algo, se encuentran con él y su vida va cambiando poco a poco, momentos donde oras por otros y ves sanidad, restauración, libertad, esos momentos son preciosos.

Momentos buenos y otros no tanto, momentos donde ves llorar a muchos por la perdida de alguien amado, dar abrazos en el momento indicado, momentos donde das todo por perdido, por más que diste hasta tu último suspiro, momentos donde corres y al final en la meta te ponen una medalla, momentos donde todos hablan y tu solo respiras y los ves a cada uno como en cámara lenta, sonríes porque sabes que no va a existir  un momento igual. Momentos como el de una cafetería donde una mujer cambio su vida a tan solo hacer una oración.

Momentos cuando pierdes la maleta de tu viaje y la puedes recuperar sabiendo que fue Dios quien te ayudo a hacerlo, momentos como el olor a café, ver un atardecer solo o en compañía, las charlas cargadas de sinceridad, de contar experiencias, de saberte escuchado y amado, no juzgado, solo amado, momentos donde cierras tus ojos y Dios te deja ver un momento de dolor y luego lo cambia todo, el abuso, la soledad, las lágrimas de amargura. 

Momentos de regalos inesperados como una muñeca pequeña de trapo, un espejo marcado con tu nombre, un snickers que aunque no te guste mucho fue respuesta a una oración, momentos como este, como el escribir este texto y saber que aunque soy joven me estoy haciendo vieja y los años se van pasando y ya no veo las cosas como antes, con afán, por eso ahora veo menos mi celular y veo los rostros de la gente, los memorizo, guardo sus sonrisas, sus besos, sus abrazos, porque sé que quizás algún día no recuerde lo valioso que es estar cerca de la gente, y no lo quiero olvidar, pero no quiero olvidar que mi mejor momento es cuando Dios me permite estar a sus pies y llorar como una pequeña, y que al salir de ese momento y ver la gente con la que comparto muy de vez en cuando es preciosa y la debo valorar, estén o ya no estén cerca. 

Escribo este texto para no olvidar que no pedí nacer pero me siento afortunada de vivir, de llorar, de ser apasionada, de amar como amo a Dios y a los otros, de ir a fondo y no a medias y no quiero olvidar con el pasar del tiempo que no merezco nada pero aun así he vivido cada uno y más pero no alcanzaría el blog para describir las sensaciones de los variados momentos que he vivido. 

Por eso quiero seguir disfrutando cada día de mi vida porque sí mañana no estoy quiero irme con la frente en alto sabiendo que ame a los que estaban a mi lado y se los demostré aun mas allá de mis propias fuerzas solo porque descubrí que el mayor amor me fue entregado para darlo a otros, sí el de Dios. 

Así que mi querido lector o lectora, que usted pueda pensar en sus momentos y dejar más al lado la tecnología solo para disfrutar de todo lo que Dios nos da a través de esta preciosa vida. 




jueves, 5 de abril de 2018

Hormigas en el corazón

Recientemente viaje y al salir de casa, no logre sacar la basura, pensé que por unos días con la basura ahí, no pasaría nada. Y efectivamente no pasó nada, la basura seguía en su lugar aunque ya la casa empezaba a oler algo maluco, algo normal para la basura. Sin embargo empezaron a llegar hormigas, entraron por montones a la casa.

Hormigas allí y allá, no les tengo miedo y me causo curiosidad por donde habían entrado, quizás la casa las tenía y salieron al sentir el olor de la basura, pero no, entraron por la puerta principal como si nada, nadie las invito a seguir y ahí estaban. 

Foto: https://stoppestinfo.com/images/news/2017/03/choose-the-best-ant-killer-what-is-more-effective-an-ant-trap-bait-or-a-poison.jpg


El resto de la casa estaba limpia así que las hormigas se veían mucho en medio de cada baldosa, ellas entraban haciendo un camino de ida y regreso de la salida principal de la casa a la basura.
Esto me llevo a pensar en que es posible que nuestro corazón esté así, todo limpio, pero con basura en un rincón de el, y eso hace que las hormigas, que no son más que oscuridad, quieran entrar y salir como si nada.

En esta última etapa de mi vida he tenido varias decepciones relacionales, me enteré que a varias personas a las que ayudaba, fueron desleales, hablaron mal de mi, y hasta de frente al final cuando todo salió, me trataron mal. Pensé en esas casas, esos corazones y en los rincones de basura que la gente anda cargando que al final dejan marcas no tan buenas en las relaciones y en las situaciones de la vida.
Pero me hizo pensar más en todos esos rincones de mi corazón que tal vez faltan por limpiar esos a los que le he dicho, no pasa nada si hoy no saco la basura, lo hago uno de estos días cualquiera, y van pasando las semanas y empieza a oler a feo, esas cosas pequeñas, esas molestias con las personas que amo, o con las cuales comparto cosas pequeñas o roles de trabajo. Esas cosas pequeñas que hacen que piense mal de mi o de otros, y aún de Dios. Esas cosas tan diminutas que van entrando como las hormigas, sin ser invitadas pero todo porque había basura en un rincón.

Por eso decidí una vez más cada día de mi vida ser abierta con Dios, contarle mis más íntimos detalles, mis dolores tontos a la vista de la gente, mis pensamientos más sucios y profundos, porque finalmente de eso creo que se trata de mantener una relación con Dios, de abrirle de par en par cada espacio del corazón y aún esos rincones que nos dan vergüenza, que quisiéramos no tocar, y no limpiar, creo que se trata de ser tan vastamente honestos como para dejar que él limpie con cloro el corazón a fin de ya no oler mal y mejorar en cada aspecto y área de nuestra vida.
Por eso no más basura en un rincón, ni postergar lo que veo como pequeño, sino limpiar para que ya no hayan hormigas en el corazón.

sábado, 24 de febrero de 2018

Aferrada

Me gusta vivir intensamente, me encanta ver series todo un día en la cama aún sin bañarme, me encanta leer, me encanta ver qué mamá está de viaje y extrañarla, porque me gusta esa sensación de reencuentro, abrazarla, darle un beso y que me cuente cómo la pasó, y escucharla con atención, me gusta oír su voz cuando no la he escuchado por varios días, me gusta irme lejos y viajar con gente querida, disfrutarlos, pero también me gusta viajar sola y descubrirme nuevamente. Me gusta estar tiempos de intensidad con alguien que amo, hablar todo el tiempo, pasar tiempo de calidad disfrutar de las tonterías y de la compañía. Pero cuando estoy sola disfruto hacerlo, ya no me afano porque un plan se hace o se cancela, aún me da mal genio que me cancelen, pero ya no me afano.

He aprendido a disfrutar cada momento, los cercanos y los lejanos, los que están y los que se han ido, y miro al pasado no con nostalgia sino con agradecimiento, por eso creo que no hay una mejor etapa en la vida, todas son mejores, lo que pasa es que no las disfrutamos porque estamos pensando en el futuro que queremos y aún no tenemos o en lo que tenemos y podemos perder.

Me ha costado años aprender esta lección, porque si me dieran a elegir, elegiría los momentos de intensidad con la gente, de estar todo el tiempo y a toda hora, pero los múltiples cambios de la vida ha hecho que sepa que no debo aferrarme sino sacar el provecho máximo de cada situación, persona, cariño, me lo gozo con emociones profundas, para al final recordar en medio de las cosas que me dejan esos tiempos que fueron buenos tiempos, con o sin lágrimas que pude disfrutar y que ya se fueron y si no aproveché fui yo quien perdí.

Me aferraba mucho, a emociones, a personas, a ideales, a regalos, a todo me aferraba, al pelo corto al pelo largo, hasta que por fin comprendí que tenemos una corta vida para aferrarnos, la gente que me rodeaba ya no es tan cercana porque se casaron, viajaron o su dinámica de vida cambio, deje de lado mi título profesional porque no lo gozaba y no me daba para vivir, deje mi casa materna, deje de demandar cosas a las personas, y todo esto estuvo bien, para ir ligera en la vida, para entender que todo tiene su tiempo, y que todo es vanidad como este blog, deje de aferrarme a lo bueno o lo viejo para ir a lo nuevo y a lo mejor.

La última vez que me aferré fue a una promesa de amort no de un hombre hacia mi, sino de lo creo Dios me dijo pero ya no podía seguir aferrada a eso, solo me lastimaba, así que decidí soltarlo, no porque una promesa no pueda ser cumplida sino porque si me aferro a las promesas en lugar a Dios quien me la prometió me iba a perder y casi que lo hago, así que decidí no volver a aferrarme, sino disfrutar cada etapa de mi vida, disfruto el estar a solas porque ya sé que nunca estoy sola pero disfrutaré de la compañía porque quien me acompaña en esos momentos de estar a solas seguirá estando ahí.
No me aferro al pasado, a la gente, a las cosas sino me aferro a él Dios que me creo que qué tiene los mejores planes para mi, donde hará duradero lo que tenga que durar y donde los planes pasajeros se escaparan para lo que va más allá, lo que va hasta la eternidad.

Me aferro a amar, lo hagan o no, a servir, a soñar, pero a no más seguir llevando cargas que no puedo llevar, sino a descansar sabiendo que si hago todo conforme al plan, no es que se dé el plan pero sí que todo se dará bien.


martes, 23 de enero de 2018

Amar las cicatrices

Tengo cicatrices, y me gustan , me recuerdan las cirugías y esa etapa de mi vida, me recuerdan lo vivido y como lo viví. De vez en cuando me siento y miro mis rodillas lastimadas porque cuando pequeña solía caerme mucho y una, tras otra vez, se raspaban las rodillas y me dejaban buenas marcas, y ahora las veo y recuerdo esos momentos con una sonrisa en mis labios, me recuerdan lo feliz que era corriendo y esa deliciosa sensación de volar mientras lo hacia, así que las veo y me llenan de alegría.

No solía pasarme mucho eso con las cicatrices, físicas, y mucho menos con las emocionales, crecí con muchos faltantes , papá y mamá, no estaban en casa, no pretendo que piensen que eran malos padres, y los amo con todo mi corazón pero esa fue mi niñez, recuerdo una vez que estaba sola en casa y tenia mucha hambre, frite un par de salchichas y para que mamá al llegar a casa no encontrara la evidencia guarde el aceite caliente y me cayó en todo el antebrazo, la quemada fue dura y corrí a la casa de los vecinos y ellos pusieron papaya en mi brazo, eso alivio el dolor del momento pero no mi angustia de tener un brazo ahora maltratado, así que no quería tener cicatrices, bastante triste era con que en el colegio y en el barrio los niños me dijeran en mi cara que no era hermosa y más adelante que me parecía a Betty, la fea, así que odiaba cada cicatriz, y con el tiempo note que algunas cicatrices las del corazón seguían siendo heridas, que olían mal. Y esas las odiaba más.

Una herida era la soledad, llegaba a casa y al no encontrar a nadie, comer sola, hacer tareas sola, por un tiempo porque mamá se enfermo, inventaba ser una persona grande con responsabilidades, pero la solución nunca estuvo ahí en inventar un mundo paralelo, sino en una clase que escuche cuando pequeña, por primera vez, que vino a sanar esa herida y que ha sido base en mi vida, y fue "Aunque padre y madre te abandonaren con todo Dios te recogerá" eso fue clave para empezar a sanar la soledad, pensaba en que Dios no me iba a dejar cuando tuviera hambre, frió, o me sucediera cualquier cosa, es más no me iba a dejar aunque yo le fallara. Una vez, después de que la rodilla se me lastimara por jugar fútbol, estaba sola en casa, se fue la luz, y yo lloraba del dolor y por aquella situación donde no tenia consuelo, fue de las experiencias más impresionantes que he tenido con Dios, yo  no me sentía nada bien para que Dios se fijara en mi, pero ahí estaba y en mi interior sentí una voz que me decía que esa misma soledad él la había sentido, que no estaba sola y que así mismo podría hacerlo saber a otros, que la soledad puede ser una herida pero puede llegar a ser una cicatriz que solo estará ahí para recordar que aunque estemos solos o nos sintamos de esa manera, él mismo Dios sintió lo mismo y es una gran oportunidad para conocer ese corazón, aquel que se fija en el que nadie se fija y ama al que nadie ama.

Recientemente la soledad toco la puerta de mi vida, una vez más,  ahora que vivo sola eso sonara un poco hasta cómico, pero en realidad los vacíos o la ansiedad se habían ido, pero tocaron la puerta cuando una vez más estuve lastimada, mi corazón se quebró porque fui rechazada, y así tal cual como en la niñez, recordé que después de ciertos golpes uno no puede cumplir ciertos sueños, y recordé ese dolor profundo, pero fue la mejor y más grande oportunidad de volver a conocer el corazón de Dios, una vez más él seco mis lágrimas, cuando caían en la almohada de mi cama, o caminaba conmigo en las noches oscuras al llegar a casa, o literal sentía que al llegar a casa, no era una casa sino mi hogar porque ahí Dios estaba esperándome, pude conocer un amor dulce, como cuando uno come su golosina favorita, el amor fresco como cuando tiene uno sed y llega agua fría y baja por la garganta, pude ver a un Jesús que fue abandonado por sus amigos, uno a uno se fueron y le marcaron el corazón en su más duro momento, y ahí vi mis cicatrices que no son nada comparadas con las que hoy él tiene en sus manos que me recuerdan su amor por mi, al morir en la cruz para que ya nada nos separara, para que a pesar de mis propias cicatrices yo pudiera saber que él ya había recorrido el camino de la tristeza, la soledad, el rechazo y ahí ame mis cicatrices, porque en la sanidad de mis heridas he conocido la intimidad del corazón de Dios, cada herida que él no quería que yo tuviera, he podido usarla para conocerlo más y con eso amarlo más.

Y hoy escribo este texto porque no hay sensación más hermosa que ver las marcas de nuestro corazón sanadas, pero también porque sé que allá afuera en algún  lugar, en algún país, hay alguien que está realmente solo, que está pasando por situaciones que no se pueden controlar, donde nadie puede ayudar, pero donde hay esperanza y es porque en esas situaciones se puede conocer la intimidad del corazón de Dios, él puede sanar y aún cambiar cada situación, quizá no como esperamos pero sí de la mejor forma en la que pueden salir las cosas para nosotros, por eso permitir que Dios entre en cada herida es dejar cicatrices que nos recordaran que Dios está y sigue estando ahí para cada uno de nosotros, no importa cual, o cuan profundo sea el dolor.